La vida acaba de darme una de esas bofetadas que te dejan partida. En mil trozos. Esparcidos por el suelo.
Piensas que no volverás a levantarte, que no te apetece re-construirte. Que quieres acabar. Que nada te espera. Nadie. Que todo ha sido una farsa, un engaño.
Me pase el verano aullando de dolor al son del dolor de mi hijo.
No me lo esperaba.
Esperaba una vejez platónica. Apacible, llena de creaciones y poesía.
Pero de repente todo cambió y me vi desparramada. Mi hijo desparramado al otra lado del teléfono. El tren. Las visitas. Los delirios. Las voces.
Hidras de mil cabezas llenaron la mía. Voces amenazantes la de mi hijo.
Su dolor retorcía mis entrañas. Quería desaparecer.
Pero me reconstruí. Otra vez. Pegue los mil trozos de mi yo destruido. Volví a la superficie.
Nada es lo mismo. Otra concepción de mi mundo, a la que pronto terminaré acostumbrándome.Me esperaba la vida. A veces dulce y tímida. Impúdica otras. La vida en toda su crudeza. Su luz. Sus noches. Sus estrellas .
Y el sonido de los pájaros.
En mi cabeza.